Escrito para ser publicado especialmente en IMAGINARIO
“ANGELITA HUENUMÁN” (Víctor Jara), por Maíz.
Una introducción necesaria:
Iniciando esta serie de escritos que complementan la escucha de algunas músicas que quiero especialmente, he elegido parte del único material editado por el Grupo “Maíz”, que integré desde 1985 a 2002. Me parece oportuno y necesario contextualizar algunas cosas de este proyecto.
La propuesta de Maíz –tratando de ser lo más objetivo que uno pueda- era de una gran riqueza y diversidad, e incluía tanto obras nuestras, como versiones y adaptaciones de obras del cancionero folklórico argentino y latinoamericano, y de numerosos compositores (desde Uña Ramos, Remo Pignoni, Aníbal Sampayo, Ramón Ayala, Víctor Jara, Atahualpa Yupanqui, los Hnos. Abalos, Polo Giménez, hasta Alberto Ginastera, Bela Bartok, Maurice Ravel, Steve Reich, Heitor Villa-Lobos, entre muchos otros). Precisamente del gran Bela Bartok tomamos prestada su idea del “Folklore Imaginario”, con el que subtitulamos el proyecto.
Si bien “Maíz” fue creado unos años antes de mi ingreso al grupo, al sumarme (en 1985) no estaba en actividad, ya que varios de sus integrantes se habían dispersado e incursionado en otras propuestas artísticas y laborales; fue en ese año que se dio un nuevo impulso a este maravilloso proyecto.
Esto surgió cuando, estando a mi cargo la dirección musical del conjunto del querido Aníbal Sampayo -instalados en Buenos Aires-, convoqué al pianista uruguayo Jorge Algorta y a través de él pude dar con el flautista y aerofonista Luis Rigou (integrante original de “Maíz”). Iniciado el trabajo con este nuevo conjunto de Sampayo, y en medio de las actuaciones, giras y grabaciones, con Luis íbamos profundizando en muchas cosas de la música y el arte, despertándome cada vez más el interés por aquel “Maíz” que estaba entonces disuelto, y todo el universo sonoro –eminentemente andino- que conformaba esa propuesta. Al poco tiempo conocí a Esteban Gil Pereiro, charanguista y guitarrista también de “Maíz”, e inmediatamente empezamos a compartir en la música, renovando –sin proponérnoslo- el espíritu del grupo, ampliando en esta nueva formación el abanico de músicas a recrear. Como los tres compartíamos el haber tenido fuertes conexiones con diversas músicas populares y a su vez estudios musicales superiores, desde allí íbamos introduciendo paisajes sonoros de insospechadas procedencias. Fue así que iniciamos el proyecto como “Trío Maíz”, presentándonos en salas de Buenos Aires (Centro Cultural Scalabrini Ortiz, Casa CulturalUruguay-Suecia, Sala Liberarte, etc.).
Al poco tiempo se produjo el reencuentro con Eduardo Egüez, exquisito guitarrista y compositor que conocí en el mundo de la guitarra y de amistades en común, quien había compuesto algunas músicas para el ‘viejo’ Maíz y ahora se unía a nosotros. Poco a poco el grupo fue ampliando sus horizontes e inquietudes, por lo cual, junto a la integración de Eduardo, se sumaron el violinista Fabrizio Zanella y la flautista Alma Coefman, al principio los tres como invitados del Trío, pero al poco tiempo ya conformando un sexteto, “Maíz”. Luego de un tiempo de trabajo con esa formación, en 1986 Alma se desvincula del grupo por cuestiones laborales, y es así como se incorpora la flautista mendocina Beti Plana, residente en Buenos Aires, con gran experiencia en el campo de la música de cámara, la música sinfónica y la música contemporánea. Su ingreso al grupo aportó desde esas experiencias y nuevas perspectivas.
El debut en esta nueva formación de “Maíz” fue en enero de 1987, participando en el Pre-Cosquín en Córdoba –representábamos a Gral. Sarmiento, Bs. As.-, como conjunto instrumental. Tuvimos la –¿inexplicable?- suerte de ganar todas las instancias en ese rubro, y luego obtener el Premio “Revelación Cosquín ‘87” y el Premio “Consagración” otorgado por la Prensa Escrita de Córdoba. Fue algo casi impensado y –sobre todo en una perspectiva actual- inexplicable que hayamos obtenido esos premios con una propuesta como la de “Maíz”, nada más alejado del concepto de lo “festivalero” que tan en boga se fue poniendo. Las músicas que elegimos para participar fueron “Viajero por la tierra” (una selección de huaynos tradicionales de Bolivia, en versión de trío), “Homenaje a Aníbal Sampayo” (composición mía sobre dos canciones de Aníbal) y “Como un hilo de plata” (aire de huayno de Eduardo Egüez).
Como seguramente les ha ocurrido a otros artistas que obtuvieron reconocimientos en Cosquín, no hubo un solo productor ni sello discográfico interesado en nuestro proyecto, a pesar de esos “lauros”. Recién a los meses intentamos concretar una edición con “Melopea”, pero hubo muchas diferencias de tipo estéticas con la idea de los productores del sello, así que desistimos de eso.
Recién en 1988 encaramos el proyecto de grabación, una producción propia, para lo cual comenzó una etapa de elección y selección del material a grabar. Y entre las músicas incluidas estaba “Angelita Huenumán”, de Víctor Jara. Pero esto merece contarles cómo ella llegó a nosotros, con muchas hermosas sorpresas en el camino.
Víctor Jara, su música, su canción.
Todo comenzó cuando nuestra vida artística, laboral, social y política, compartía por un lado el trabajo con Aníbal Sampayo (iniciado, como he comentado, al integrar y dirigir su conjunto a comienzos de 1985, luego de sus largos años de exilio en Suecia) y por el otro el Grupo “Maíz” (con el que empezamos a tocar unos meses después, en formación de “Trío Maíz”, con Luis Rigou y Esteban Gil Pereiro).
En ese tiempo comenzamos a trabajar con Sampayo en un proyecto de Homenaje a Víctor Jara, con la dirección artística del querido Walter Díaz (compañero de militancia, cárcel, exilio y música con Aníbal). Fue ahí que nos sumergimos en la obra de Jara, la que yo conocía desde chico, pues los discos de Violeta Parra, Quilapayún y Víctor Jara (más tarde se sumarían Los Jaivas) configuraban una trilogía necesaria de la música chilena. Junto al descubrimiento de un fantástico libro biográfico escrito por Joan Jara (mujer de Víctor, bailarina y coreógrafa inglesa), titulado “Víctor Jara, un canto truncado”(1), los discos que fuimos conociendo nos abrieron un universo cada vez más rico en la obra de Víctor.
Sus músicas, sus canciones, están hondamente vinculadas a su Chile y a América Latina, pero asimismo es particularmente atractiva la convivencia de diversas músicas que confluyen, dialogan y mixturan en su obra.
En lo específicamente musical, para mí fue llamativo el sesgo modal en sus obras, algo que podríamos decir que es propio en buena parte del folklore chileno, y presente en numerosas propuestas de creadores, arregladores e intérpretes trasandinos, pero que en el caso de Jara tenía algo más particular, quizás para mí aún más bello y original.
A través del libro de Joan Jara pude saber que Víctor había hecho estudios religiosos y que en sus años del Seminario había consustanciado con el canto gregoriano y las expresiones musicales litúrgicas, que entroncan con lo modal desde su propia esencia.
Por otro lado su infancia campesina, la herencia cultural de sus padres y de su pueblo, y luego el entregarse totalmente a la causa social, política y cultural latinoamericana, adhiriendo al socialismo y luchando contra la injusticia en cualquier lugar del mundo (siempre uní mucho de su ideario y de su vida a la del Ché), terminaron de constituir un ser humano que admiré y admiro profundamente. No debemos olvidar que junto a su actividad musical y folklórica, Jara desarrolló una intensa labor artística como actor y luego director de teatro; precisamente esta actividad es la que lo llevó a conocer en Alemania a Joan Turner (luego Joan Jara).
Es por todo ello que esta propuesta de hacer una obra en su homenaje me entusiasmó sobremanera.
La selección de canciones para “Sembrando Vida” (tal el nombre del espectáculo presentado en el Teatro “El Galpón”, de Montevideo, en 1986)(2) fue por un lado una tarea ardua, por la calidad y cantidad de obras de Jara; pero a la vez resultó alumbradora, ya que si bien muchas de las canciones incluidas eran conocidas desde mi adolescencia, aparecieron otras que fueron como joyas escondidas… Una de ellas fue “Angelita Huenumán”, una canción que pinta como ninguna otra la vida de una tejedora originaria de Pocuno, en la región de la Araucanía (Chile). La belleza y delicadeza de la poesía junto a una música netamente modal, con un ritmo que potencia el pulso como una suave danza ritual, hacen de esta canción una de las más bellas de Jara.
La versión de Víctor (3) incluye, junto a su voz, dos guitarras y percusión (parche e idiófonos, posiblemente kultrum y cascabeles); todo en ella está enmarcado en su estilo desde la propia introducción, la cual siempre relacioné con la estética de ciertas composiciones de Maurice Ravel.
Recuerdo perfectamente el día en que les hice escuchar Angelita Huenumán a mis compañeros del Grupo “Maíz”; estaban maravillados, una magia los había cautivado…
Preparando el homenaje a Jara, en esos viajes permanentes entre Montevideo (ciudad donde me instalé durante un año) y Buenos Aires (donde vivían mis compañeros de “Maíz”), en una ocasión nos encontramos en el Aeroparque de Buenos Aires con Luis Alberto Spinetta. ¡Fue maravilloso ese fugaz encuentro! Caminábamos con Luis Rigou y Esteban Gil Pereiro, cuando divisamos la presencia del Flaco, quien venía en nuestra dirección, a lo cual dijimos para nosotros “¡Spinetta, invitémoslo al homenaje a Jara, para que cante Angelita Huenumán, como habíamos pensado!”. Charlamos con él, lo mirábamos como un ser de otra galaxia, una mezcla de ángel y soñador… Le gustó la idea… Nos dio un teléfono para contactarnos con él… Le dimos un abrazo y seguimos, ahora caminando a un metro del piso… Más allá de que después sus obligaciones no posibilitaron ese proyecto con él, bastó con ese breve encuentro… Para nosotros Spinetta cantó Angelita Huenumán en nuestros sueños, con esa voz, maravillosa…
Todas estas vivencias fueron abonando nuestro mundo inspirador para grabar “Angelita Huenumán” con “Maíz”.
Algunas anotaciones sobre la versión de Angelita Huenumán por “Maíz”.
Bien sabemos que la tarea de “arreglar” una canción puede ser altamente creativa, y así la tomamos con el grupo. Sobre la versión que hice en su momento para “Sembrando Vida”, con músicos uruguayos, en el Teatro “El Galpón” (sencilla, con la inclusión de una flauta traversa a los instrumentos originales), para esta nueva versión con Maíz empezamos a indagar sobre las cosas que esa canción nos iba ‘diciendo’, y así fueron apareciendo las ideas, los distintos materiales que incorporamos a la bella creación de Jara. La intención fue que la canción siguiera estando como es, con su propia melodía, su armonía (solo 3 acordes: Dm / F / C), su ritmo, y las inflexiones del canto, ahora en la exquisita voz de Luis Rigou.
Obviamente la letra era una ‘guía’, para ir pintando parte del paisaje sonoro que desde el texto el propio Jara nos propone.
El trabajo de arreglo y ensayo de “Angelita Huenumán” fue una riquísima experiencia, particularmente porque el objetivo era grabarlo en estudio, pensando todos los aspectos del trabajo (planificación, espacios, orden de grabación de los instrumentos, microfoneo, mezcla, paneos, espacialidad, equalización, etc., etc.).
Para esta canción, el detalle de músicos e instrumentos es el siguiente:
- Luis Rigou: voz, flauta y percusión.
- Esteban Gil Pereiro: charango.
- Polo Martí: guitarra.
- Eduardo Egüez: guitarra acústica, glockenspiel y percusión.
- Beti Plana: flauta y accesorios.
- Fabrizio Zanella: violín y accesorios.
La grabación se realizó en julio de 1988 en los Estudios Tagliani (Bs. As.), con Hugo Ferreyra como técnico (4)
La versión se inicia con una suerte de pre-introducción a la propia Introducción de la canción, en la que aparecen unas copleritas salteñas (las hermanas Torcaya, grabadas por Rubén Pérez Bugallo para su Relevamiento Etnomusicológico de Salta)”(5) cantando las originalísimas “Coplas de San Santiago”, a las que suma una trama minimalista en guitarras, y sobre ella surge la melodía de “Paula e Bebeto” (M. Nascimento y C. Veloso) en guitarra acústica, la cual poco a poco queda sola. Estos materiales (copleritas, trama minimal y “Paula e Bebeto”), forman parte de las “viñetas sonoras” que aparecen en diversos momentos del disco; un concepto maravilloso que siempre admiramos, entre otros, en Milton Nascimento.
Antes del minuto de comenzado el registro, una flauta traversa surge con una nota tenida que inmediatamente dispara su primer armónico, y sobre éste irrumpen las guitarras y el charango, para dar inicio a la propia Introducción de la canción. Mientras una guitarra presenta esa Introducción, la nota larga de la flauta es tomada por el violín y luego por el moxeño, en un recurso muy bello, ya que ese ‘paso’ de una misma nota por tres instrumentos es velado, acompañado por un paneo que le da un amplio espacio sonoro a este momento de gran introspección de la canción. Este tipo de recursos es utilizado en otros momentos de la canción y del disco.
Hay una intención de un ‘crescendo’ en la textura y en la densidad del arreglo de la canción desde su primera estrofa; una idea de ir sumando las partes de esa textura como pequeñas piezas, las que poco a poco se van completando, al transcurrir cada una de las estrofas. Si bien este recurso es utilizado por numerosos compositores, orquestadores y arregladores, hay dos ejemplos que me vienen ahora a la memoria y que –quizás- surgieron en esos momentos: uno es el propio “Bolero” de Maurice Ravel, una suerte de ejercicio de instrumentación y orquestación que presenta un gran crescendo de densidad e intensidad instrumental, surgido casi desde el silencio; y el otro es la versión original de “Terra”, canción de Caetano Veloso, en su disco “Muito”, de 1978.
Partiendo de ese concepto, paulatinamente, a través de una mayor densidad, complejidad de textura e intensidad, se llega a uno de los clímax de la canción, cuando la letra dice: “En tus telares, Angelita, / hay tiempo, lágrima y sudor; / están las manos ignoradas / de éste, mi pueblo creador”; y el estallido de la canción será en la última estrofa.
Luego de ese momento clímax, súbitamente se vuelve a la sonoridad de la primera estrofa, más sutil, límpida, frágil, con el canto también muy suave, como un susurro, y un diálogo en canon entre charango, glockenspiel y guitarra acústica.
La versión finaliza con la repetición de la Introducción –ahora como una Coda– en guitarra, charango, flautas en sonido aeolian y una melodía en el violín, de aire modal, luego de lo cual una casi imperceptible percusión nos deja, recordando el ritmo del Bolero de Maurice Ravel, para que simbólicamente bailen por siempre Joan y Víctor.
Además de todo lo que ‘suena’ en esta grabación, para quienes hemos participado en su gestación y en su producción en el marco de este maravilloso proyecto llamado “Maíz”, está el saber que cada uno de nosotros aportó desde lo más genuino de sí mismo; allí se puede ‘ver’ la personalidad de cada uno en sus intervenciones. Esto es así en todo el disco, pero en esta obra -en la que participamos todos los integrantes-, nos sentimos como ‘hebras’ de esa trama, de ese mismo ‘chamal’; es la comprobación de algo que “crece desde el pié”, “por hiladas”, como diría Zitarrosa.
ANGELITA HUENUMÁN
(canción de Víctor Jara)
En el valle de Pocuno
donde rebota el viento del mar
donde la lluvia cría los musgos
vive Angelita Huenumán.
Entre el mañío y los hualles
el avellano y el pitrán,
entre el aroma de las chilcas
vive Angelita Huenumán.
Cuidada por cinco perros,
un hijo que dejó el amor,
sencilla como su chacrita
el mundo gira alrededor.
La sangre roja del copihue
corre en sus venas Huenumán;
junto a la luz de una ventana
teje Angelita su vida.
Sus manos bailan en la hebra
como alitas de chincol,
es un milagro como teje
hasta el aroma de la flor.
En tus telares, Angelita,
hay tiempo, lágrima y sudor;
están las manos ignoradas
de éste, mi pueblo creador.
Después de meses de trabajo
el chamal busca comprador
y como pájaro enjaulado
canta para el mejor postor.
ESCUCHAR ANGELITA HUENUMÁN por Grupo MAIZ
Mendoza, Argentina, agosto de 2013.
NOTAS:
(1): “An Unfinished Song” (Título original), Joan Jara. 1983.
(2): “Sembrando Vida”, Homenaje a Víctor Jara. Textos de Aníbal Sampayo, canciones y poemas de Víctor Jara, músicas incidentales de Polo Martí. Teatro “El Galpón”, Montevideo (Uruguay), 1986. Rodolfo Da Costa (voz), Gregorio Bresgstein (flauta), Vinicio Azcone (contrabajo), Polo Martí (guitarra, arreglos y dirección musical), Walter Díaz (percusión y dirección artística).
(3): “Canto Libre”, Víctor Jara. LP sello Odeón (Chile, 1970).
(4): “Viajero por la Tierra”, ‘Folklore Imaginario’, Grupo “Maíz”. CD “Milan Sur”, Francia, 1992).
(5): “Coplas de San Santiago”, coplas anónimas cantadas por Mirta Florencia (13) y Olga Susana Torcaya (12), Dpto. Santa Victoria (Salta), 1979. L.P. Relevamiento Etnomusicológico de Salta – Argentina. Rubén Pérez Bugallo. INM “Carlos Vega”, Bs. As., 1984.
LEA además en NuevoIMAGINARIO:
0. Argonautas del folklore imaginario.
1. “Folklore: raíz y fruto”: conceptos.
2. Santiago Bértiz: un cuyano de ‘pura cepa’.
3. “Angelita Huenumán”, canción de Víctor Jara por “Maíz”.
4. “Homenaje a Aníbal Sampayo”, por Maíz.
5. “Dos vuelos”, de Luis Rigou, por “Maíz”: una propuesta de vanguardia.
6. “Viajero por la tierra”, por “Maíz”: cuando el huayno viaja por otros mundos sonoros. (Próximamente… Polo ponete las pilas ! )